Henrik Ibsen (1828-1906), fue un dramaturgo y poeta noruego. Sus obras no han perdido vigencia y es uno de los autores no contemporáneos más representado en la actualidad.
En una ocasión, una señora, asistente a una reunión se dirigió hacia él con deseos de entablar conversación. En cuanto estuvo a su lado y se dio la oportunidad, le preguntó, a modo de introducción del coloquio que esperaba iniciar con Ibsen: -He leído su Peer Gynt, pero debo confesarle que no he sido capaz de comprender todo el sentido de ese personaje. ¿Sería usted tan amable de explicármelo?
-Lo siento, pero no puedo -respondió, secamente.
-¿Pero es que usted no conoce el significado de uno de sus personajes? -respondió la señora asombrada.
-Señora, cuando escribí Peer Gynt sólo Dios y yo conocíamos el significado de dicho personaje. Yo lo he olvidado completamente. Tendrá que preguntárselo a Dios.
-Lo siento, pero no puedo -respondió, secamente.
-¿Pero es que usted no conoce el significado de uno de sus personajes? -respondió la señora asombrada.
-Señora, cuando escribí Peer Gynt sólo Dios y yo conocíamos el significado de dicho personaje. Yo lo he olvidado completamente. Tendrá que preguntárselo a Dios.
Se le atribuye entre otras muchas la siguiente expresión:
“¿Cuál es el primer deber del hombre? La respuesta es muy breve: Ser uno mismo.”
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