miércoles, 31 de octubre de 2012

Cuando se trata de disciplina, el líder habla en serio


Sun Tzu fue un general  al servicio del rey Ho Lu de Wu, que vivió c. 544-496 a. C., estratega militar y filósofo de la antigua China. Es considerado como el autor de El arte de la guerra, un influyente libro sobre estrategia militar. Su pensamiento ha tenido un impacto significativo en la historia y culturas china y asiática, y desde el siglos XIX  creció en popularidad en Occidente y se le dio uso práctico.

Cuando el rey Ho Lu escuchó sobre él y su obra, lo llamó a su presencia, para evaluar si contrataría sus servicios como asesor. Estando juntos, el rey le preguntó si sus pensamientos sobre la guerra y la forma de vencer eran aplicables a las mujeres.

El estratega afirmó que sí. Para demostrar su afirmación hizo traer 180 mujeres al palacio. Las dividió en dos compañías, y puso a una de las concubinas favoritas del rey al mando de cada una. Les dio armas y les explicó detalladamente cómo presentar armas y cambiar de flanco cada vez que él dijera, por ejemplo, "flanco derecho". Pero al dar esa orden, las mujeres comenzaron a reír. Sun Tzu, sin inmutarse, dijo:

-Si las órdenes no son claras y distintas, si las órdenes no son completamente comprendidas, el culpable es el general.

Comenzó nuevamente el ensayo y al dar la orden de "flanco derecho", las mujeres nuevamente estallaron en carcajadas. En ese momento, replicó:

-Si las órdenes no son claras y distintas, si las órdenes no son completamente comprendidas, el culpable es el general. Pero si las órdenes son claras -añadió enérgicamente-, y los soldados de todas formas las desobedecen, entonces la culpa es de sus oficiales.

Sin titubear, seguramente  pensando en que maniobrar con una multitud indisciplinada es peligroso, Sun Tzu mandó decapitar a las líderes de ambos bandos. Ante esta decisión, el rey visiblemente sorprendido intentando defender a sus concubinas favoritas, le pidió que no lo hiciera, diciéndole también que estaba satisfecho de su demostración. Pero el famoso estratega replicó firme y razonadamente:

-Habiendo recibido de Su Majestad la misión de ser el general de sus fuerzas, hay ciertas órdenes de Su Majestad que, actuando en este rango, no puedo aceptar.

Las concubinas fueron decapitadas y Sun Tzu colocó a las siguientes en la línea de mando, y esta vez las dos compañías obedecieron al pie de la letra todas las órdenes. Luego, le dijo al rey:

- Sus soldados, Señor, están ahora correctamente entrenados y disciplinados, y listos para una inspección de Su Majestad. Pueden ser utilizados para cualquier misión que su soberano pueda desear; ordénales que vayan a través del fuego y el agua, y no desobedecerán.

Entonces, tras la radical experiencia, el rey comprendió que maniobrar con una multitud indisciplinada es peligroso y que hacerlo con un ejército podría ser ventajoso, y lo contrató.


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